Si hay algo que verdaderamentedistingue a los países de la América hispanoparlante, es lo intrincado de susprocesos independentistas. Para estudiar éstos de una manera correcta habríaprimero que entender la situación geopolítica en la que la región se encontrabaa principios del siglo XIX. Después de más de tres siglos bajo el dominio de laCorona Española, la hegemonía de los españoles conquistadores empieza unadebacle importante. Las poblaciones del actual México, por ejemplo, habían yasido testigos de la revolución independentista de los Estados Unidos, excolonia británicas al norte. La voz de la Revolución en Francia había llegadohace ya algunos años y el dominio social y económico del Rey Borbón estaba yaen decaída.
Si bien es cierto que lasincontables batallas librados por las fuerzas realistas españolas y losllamados patriotas americanos lograron poner fin al dominio europeo en laregión, posteriormente predomina cierta incertidumbre entre los pobladores delos ex reinos, virreinatos y capitanías.Las empresas de orden republicano emprendidas por los libertadores Simón Bolívar,José de San Martín, Antonio José de Sucre, Francisco de Miranda entre otros,logró crear en las ex colonias, en cierta medida, un sentimiento de afecto ylealtad a los rincones liberados, a la nueva América. Cosa que heredan losliberales y conservadores del siglo XX, las izquierdas y los emprendedorespolíticos republicanos.
“Tanto elhispanoamericanismo como el panamericanismo, el latinoamericanismo, como elantiimperialismo has localizado el imaginario americano de los primerosrepublicanos en el origen de sus tradiciones. Bolívar, por ejemplo, ha sidopresentado como el padre del nacionalismo continental que arranca en lasúltimas décadas del siglo XIX, se refuerza en la coyuntura del 98 y desembocaen las izquierdas revolucionarias y socialistas del siglo XX.” (Rojas, 2009)
Esto refiere quizá a la búsquedalibertaria de Simón Bolívar en la lucha anticolonial pero, teniendo en cuentalas intenciones del libertador de conformar una confederación de naciones apartir de los pueblos recién liberados, habría que plantear la posibilidad de labúsqueda de una nueva hegemonía, de un nuevo imperio fundamentado en la debaclede uno viejo (España). Para esto habría que comprender los orígenesintelectuales de los caudillos independentistas, sus nexos ideológicos ysentimentales con la masonería, la Revolución Francesa, el procesoestadounidense y el roll que además jugaban las colonias en las guerras europeaslibradas por Francia, España y Gran Bretaña.
Simón Bolívar y los demáspróceres sudamericanos habrían recibido gran parte de su formación intelectualen París y en Filadelfia, ciudades importantes en materia de estudio, yainiciaron a los caudillos de América en lecturas de Jean Jaques Rousseau, TomasHobbes y John Locke entre otros, sembrando la semilla que constituyó losEstados y sus cimientos políticos en Europa en el siglo XVII, así lo entiendeOctavio Paz:
“Aristócratas,intelectuales y viajeros cosmopolitas, no solamente conocen las nuevas ideas,sino que frecuentan a los nuevos hombres y a las nuevas sociedades. Mirandaparticipa en la Revolución francesa y combate en Valmy. Bello vive en Londres.Los años de aprendizaje de Bolívar transcurren en esa atmósfera que prepara alos héroes y a los príncipes: desde niño se le educa para libertar y paragobernar.” (Paz, 1973)
Aquellas circunstancias sinembargo no logran elevar a la revolución emancipadora a un puesto dereivindicación social y cultural, pero si la estancan en ser un procesodestinado a emprender la lucha en las más borrascosas cumbres y en los másobscuros escenarios. La conformación de una república única, de una naciónhispanoamericana se ve truncada quizá por esa insurgencia cultural ycostumbrista, religiosa y geográfica, de orígenes y pensamientos:
“NuestraRevolución de Independencia es menos brillante, menos rica en ideas y frasesuniversales y más determinada por las circunstancias locales. Nuestroscaudillos, sacerdotes humildes y oscuros capitanes, no tienen una noción tanclara de su obra. En cambio, poseen un sentido más, profundo de la realidad yescuchan mejor lo que, a media voz y en cifra, les dice el pueblo. Estasdiferencias influyen en la historia posterior de nuestros países. LaIndependencia suramericana se inicia con un gran movimiento continental: SanMartín libera medio continente, Bolívar otro medio. Se crean grandes Estados,Confederaciones, anfictionías.” (Paz, 1973)
Entre las usanzas sociales denuestros pueblos se destaca siempre la del líder, el jefe que conduce elproceso de manera determinante y soberbia. La gestación de las llamadas “Neomonarquías” del siglo XVI en Europa,parte de un concepto similar, en que el imperioso Rey centraliza todo tipo depoder y derechos para llevar las riendas de una población antes vulnerable yahora protegida por el nuevo poder. Es decir que el pueblo, la manifestaciónpopular aparece traducida en las palabras y acciones del Rey. Es así que elpadre del nacionalismo teórico, Nicolás Maquiavelo, dedica su gran obra al“Príncipe” que iba a unificar Italia bajo una bandera. Así la historia describea los primeros vestigios de nacionalismo, de unión y amor republicanoproclamado por los próceres de la Independencia de América Latina:
“Cuandoel Duque se encontró con que la Romaña conquistada estaba bajo el mando deseñores ineptos que antes despojaban a sus súbditos que los gobernaban, y quemás les daban motivos de desunión que de unión, por lo cual se sucedíancontinuamente los robos, las riñas y toda clase de desórdenes, juzgó necesario,si se quería pacificarla y volverla dócil a la voluntad del príncipe, dotarlade un gobierno severo. Eligió para esta misión a Ramiro de Orco, hombre cruel yexpeditivo, a quien dio plenos poderes. En poco tiempo impuso éste su autoridadrestableciendo la paz y la unión.” (Maquiavelo, 1984)
Se puede suponer que loscaudillos sudamericanos intentarían suplir el dominio español con un dominiocriollo, hay que recordar que el libertador austral José de San Martín era –opor lo menos muchos lo afirman– partidario de instaurar un régimen absolutistaen las regiones liberadas, por ello en julio de 1822 Simón Bolívar y José deSan Martín emprenden rumbos diferentes tras una entrevista en Guayaquil que,para entonces, era parte ya de un plan político de Bolívar para la formación dela Gran Colombia. Este plan sirve de antecedente para poder mapear lasintenciones bolivarianas de formar un gran Estado, dentro de lo federal sepresume, pero de un poderío territorial, político y militar inmenso. Es así queen ese mismo año (1822), liberado ya el Reino de Quito, Bolívar atiende susnecesidades políticas anexando a la ex Provincia Libre de Guayaquil y ahoraSantiago de Guayaquil a la Gran Colombia.
Este nuevo Estado –La GranColombia– debe su existir al trabajo político de la masonería. Empezando por sumás importante símbolo. La imagen de la libertad, aquella imponente mujer conuna antorcha en la mano derecha –la misma que se encuentra en la plaza de laindependencia de la ciudad de Quito y en varios puntos de las ciudadesliberadas por los próceres– la misma que los republicanos franceses fabricaronpara vanagloriar a los libertadores estadounidenses en Nueva York, la misma queestá tatuada en los cimientos del suceso más importante de la historia europeamoderna: la Revolución Francesa.
Con ello podríamos aseverar quela búsqueda de una nueva hegemonía era real, si bien las condiciones socialesno eran las ideales para la conformación de un imperio –con esto hay querecordar la diversidad cultural, étnica, religiosa, económica y social deAmérica– la idea habría sido la de conformar lo antes posible un Estadounitario y soberano, federal y libre en la medida que las circunstancias lopermitieran, para así posicionar a éste en el mapa geopolítico de occidente.Imitando tal vez la iniciativa de los patriotas norteamericanos. Es en estepunto de la historia en que Bolívar muere y deja para la imaginación su Estado.Es en este punto de la historia también que nace la República del Ecuador, que,en el año de 1830 decide su definitiva separación de la federación grancolombiana, y espera formarse como nación independiente bajo las riendas delMariscal y libertador Antonio José de Sucre, lo cual nunca sucede y elvenezolano Juan José Flores asume el mando del país.
La conformación primera delEcuador radica en la coacción de losgrupos de élite económica de la costa, y los terratenientes de la sierra sobrelas mayorías mestizas, indígenas, negras y mulatas del país. Referente esto alo que entiende Aníbal Quijano sobre las relaciones de poder en las excolonias:
EnAmérica, la idea de raza fue un modo de otorgar legitimidad a las relaciones dedominación impuestas por la conquista. La posterior constitución de Europa comonueva id-entidad después de América y la expansión del colonialismo europeosobre el resto del mundo, llevaron a la elaboración de la perspectivaeurocéntrica de conocimiento y con ella a la elaboración teórica de la idea deraza como naturalización de esas relaciones coloniales de dominación entreeuropeos y no-europeos. (Quijano, 2000)
Es de vital importancia analizarel roll de dos Presidentes en la historia del Ecuador como instituciónpolítica, el primero es Vicente Rocafuerte.
Este caudillo entendía a la sociedadamericana como un nuevo renacimiento político y social que sería capaz deimponerse sobre las viejas y empolvadas doctrinas monárquicas de Europa.Rocafuerte institucionalizó al país –o por lo menos eso intentó– siendo elegidojefe supremo en Guayaquil, Quito y Cuenca. Hay que mencionar la importancia dela Carta Magna de1835 que erige a Rocafuerte como Presidente Constitucional delEcuador.
Su idea de nueva sociedad estabafundamentada –además– en las nociones de Estado de los padres fundadores de Estadosunidos:
“Si esta es la verdadera marcha del siglo y del entendimiento humano, si la Europa va aligerando sus cadenas, y solo aspira a soltar la pesada carga de sus reyes, y a la adopción del sistema económico del gobierno americano, ¿no sería el colmo de la estupidez que tratándose ahora entre nosotros, de formar un buen gobierno, nos desentendiésemos de este admirable modelo, y nos obstinásemos en preferir las bárbaras-, ridículas y mohosas instituciones de la apolillada Europa? ¿No sería un delito atroz, contra la patria, ahogar en la misma cuna de la independencia a la naciente libertad, adoptando entre nosotros las góticas formas del realismo? ¿No mereceríamos ser el objeto de la execración universal, si atajásemos los progresos de la civilización humana? , Prefiriendo el falso brillo de una mezquina corona imperial, a las sublimes instituciones que ha dejado Franklin, Hancock, Hamilton…” (Rocafuerte, 1821)
El discurso de Rocafuerte sembraría en el imaginario colectivo ecuatoriano –pese a la represión– una noción de Patria nunca antes vista en el territorio. Las fuerzas represoras –sin embargo– seguirían siendo quienes comanden económicamente el país y los grupos marginados serían su motor. La sociedad de aquella época cimentó el desarrollo nacional sobre la ya existente clase obrera, y la nueva burguesía sería rondada por el fantasma de la aristocracia. Hecho que, hasta el día de hoy, divide al país en clases. Otro factor fundamental que dificulta la concertación y unificación es la lucha regional:
Algunos historiadores han insistido en que la independencia produjo un vacío en el ejercicio borbónico de la soberanía imperial que intentaron llenar las viejas identidades regionales y locales de los pueblos, las ciudades y las provincias. (Rojas, 2009) . He aquí quizá el origen del regionalismo en el Ecuador, radicado en el choque de las ciudades y provincias a la hora de llenar el vacío al que refiere Rojas.
El otro gran caudillo es el General Eloy Alfaro Delgado. Él atestiguaría los más sanguinarios derroches de la plutocracia[1] en el Ecuador, además del atropello de parte de la Iglesia Católica a las masas. Alfaro sería quien encararía y declararía la guerra a los gobiernos conservadores, e intentaría instaurar un gobierno popular de corte democrático:
“Y de repente se lanzó sobre el escritorio y empezó a escribir, a disparar sus “balas de papel”. A poco, en 1891 publicó la primera parte de su trabajo, con el título Deuda gordiana. Era un latigazo en pleno rostro de la reacción y de los cómplices del imperialismo. (…) Después de la toma de Guayaquil en 1883, en su mensaje a la convención, Alfaro destruyó los planes financieros de los conservadores.” (Diezcanseco, 1944)
Después de Alfaro se suceden ciertos cambios de orden nacional –por ejemplo el ferrocarril– que impulsan al Estado –más no a la población– en un siglo XX enteramente con miras industriales.
Ecuador aborda el siglo XX con un marcado sentimiento nacionalista, pero éste se refleja más en las clases trabajadoras que en los gobernantes. En el imaginario colectivo se forja una patria soberana, con un enemigo de peligro que es el Perú, el ámbito político inestabilidad el campo social y lo ecuatorianos sufren de pobreza y enfermedad. La diversidad de culturas y nacionalidades se nota a penas en el sudor de los humillados y explotados trabajadores de las periferias rurales, y la corrupción es pan de cada día para los habitantes urbanos. Aun así, en los movimientos culturales se aprecia un ferviente sentimiento de unión, ligado a la izquierda política, la generación de Guayaquil, y los poetas y novelistas comunistas pintan un país de diversos colores y tradiciones, pero que es limitado por su indescriptible segregación y fatua forma de gobernar. Este sentimientos fundamentado en el arte lo vemos traducido y magnificado en otro –como Bolívar– americanista, el chileno Pablo Neruda que diría:
… Existes, Patria, sobre los temores
y arde tu corazón de fuego y fragua,
hoy, entre carceleros y traidores,
ayer entre los muros de Rancagua. (Neruda, 1962)
Esta misma patria imaginaria sería la que naciera y creciera en las mentes de los ecuatorianos. Su patrimonio terrenal y sus batallas son el asta y las manos que sostienen la bandera. Su diversidad social sin embargo es aun invisible.
Con el siglo XX avanzan los pueblos segregados históricamente –y con esto no se quiere decir que ya no sean segregados– y logran importantes avances en materia de inclusión y desarrollo cultural. Ahora, en Ecuador existe una constitución que, como nunca antes, confiere derechos y obligaciones fundamentales a los pueblos todos. Fomenta la inclusión y el desarrollo de las nacionalidades, protege su patrimonio terrenal y simbólico. Es, en teoría, una Carta Magna que reconoce al Ecuador como un Estado-nación con toda su diversidad étnica y cultural. Sin embargo la realidad sigue siendo otra pues los ecuatorianos que, en cuyo imaginario aún está esa patria soberana son quienes llevan a la práctica la segregación y explotación de las comunidades ancestrales.
“La realidad latinoamericana está maldita porque formó parte del capitalismo colonial. Nostalgia de no ser países imperialistas. Negamos la historia de los pueblos y comunidades indígenas y los devolvemos a la vida para corroborar la tesis racista que recalca su incapacidad para apoyar las fuerzas del progreso.” (Rosenmann, 2008)
A modo de conclusión se podría afirmar, tanto como negar la existencia de un Estado-nación en el Ecuador. Su constitución histórica como república, además de su proceso independentista, ha creado en la población un fantasma de Estado que no se ve reflejado sino en muy pocos aspectos. La categorización social en el Ecuador da fe de la mísera de equidad social y política que existe. Pero sí hay que mencionar que la actual Constitución Política fortalece muchos aspectos sobre los cuales debe fundamentarse un estado. El resto está a disposición de los pobladores y gobernantes.
Bibliografía.
- Diezcanseco, A. P. (1944). La hoguera bárbara. Quito: Colección Bicentenario.
- Maquiavelo, N. (1984). El Príncipe. Buenos Aires: Espasa-Calpe Argentina S.A.
- Neruda, P. (1962). La patria pricionera. In Obras Completas, Pablo Neruda (p. 1813). Buenos Aires: Editorial Lozada S.A.
- Paz, O. (1973). El laberinto de la soledad. México DF: Fondo de cultura económica.
- Quijano, A. (2000). Colonialidad del Poder. Buenos Aires: CLACSO.
- Rocafuerte, V. (1821). Ideas necesarias a todo pueblo americano independiente que quiera ser libre. Philadelfia: D. Hunington.
- Rojas, R. (2009). Las Repúblicas del Aire. México D.F.: Santillana Ediciones.
- Rosenmann, M. R. (2008). América Laina, el desarrollo de la sociología latinoamericana. Buenos Aires: CLACSO.