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1. El KasyrgranLa tradición mongola entiende que las almas de sus muertos serán juzgadas por Erkil Khan, el príncipe del inframundo. Las almas cuyas malas acciones hayan sido superiores a las buenas, son confinadas en un infierno conocido como Kasyrgan, donde están destinadas a hervir en alquitrán negro dentro de un caldero inmenso. Las almas más profanas serán castigadas ahí por la eternidad, mientras que las que cuentan con buenas acciones irán subiendo gradualmente hasta que su coronilla se exponga en la superficie del alquitrán. De esta manera, las almas del paraíso, destacadas por su buen obrar en este mundo, pueden enviar ciertos espíritus que agarran al pecador de los pelos de su cabeza y lo llevan al paraíso.
2. El Infierno Budista.
El Budismo tibetano cuenta 16 infiernos, 8 de ellos gélidos y 8 ardientes. Todos posicionados debajo del espacio en el que habitamos, en un informando concebido en forma concéntrica. Esta vez conoceremos uno ardiente, el Infierno de Bronce. A este lugar están destinados quienes han sido seres infernales, injustos, mundanos. Hay que considerar que para el Budismo, el peregrinaje en la vida lo hace el alma que transmigra en formas diferentes. Esta transmigración verá su fin cuando el alma -en su forma humana- alcance la liberación o Nirvana. En el Infierno de Bronce se desarrolla el castigo como nos dice Borges:
El juez de las Sombras habita en el centro de los infiernos y pregunta a los pecadores si no han visto al primer mensajero de los dioses (un niño), al segundo (un anciano), al tercero (un enfermo), al cuarto (un hombre torturado por la justicia), al quinto (un cadáver ya corrompido). El pecador los ha visto, pero no ha comprendido que eran símbolos y advertencias. El Juez lo condena al Infierno de Bronce, que tiene cuatro ángulos y cuatro puertas; es inmenso y está lleno de fuego. Al fin de muchos siglos una de las puertas se entreabre: el pecador logra salir y entra en el Infierno de Estiércol. Al fin de muchos siglos puede huir y entra en el Infierno de Perros. De éste, al cabo de siglos, pasará al Infierno de Espinas, del que regresará al Infierno de Bronce. (Borges, 1976)
3. El Infierno de Swedenborg.
El Infierno propuesto por el sueco Emanuel Swdenborg data de una visita a éste que los ángeles le ofrecieron. Swedenborg afirma que el recién fallecido, en un principio, no se percata de su muerte pues todo lo ve igual. Esta inconsciencia empieza a desparecer pues todo lo que le rodea -sus amigos, sus pertenencias, su casa- todo empieza a volverse etéreo. En cierto punto el muerto es puesto a su disposición entre los ángele y los demonios, habitantes del Cielo y del Infierno. Su destino será elegido por él mismo, conversará con los ángeles y si sus conversaciones son inentendibles, banas o aburridas su lugar será en el Infierno; si sucede lo contrario irá al Cielo. Borges nos explica este infierno:
Swedenborg cuenta que un rayo de luz celestial cayó en el fondo de los infiernos; los réprobos lo percibieron como un hedor, una llaga ulcerante y una tiniebla.
El Infierno es la otra cara del Cielo. Su reverso preciso es necesario para el equilibrio de la creación. El Señor lo rige, como a los cielos. El equilibrio de las dos esferas es requerido para el libre albedrío, que sin tregua debe elegir entre el bien, que mana del cielo, y el mal que mana del infierno. (Borges, Borges Oral, 1975)
Bibliografía
Borges, J. L. (1975). Borges Oral. Buenos Aires: Alianza Editorial.
Borges, J. L. (1976). Qué es el Budismo. Buenos Aires.: Alianza Editorial.