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amor al amor, fugaz, fulgor, intestinos, JFK, la boca, renos, taxidermia
Veo niños patibularios reptando en las veredas, hombres temblorosos que antes eran alfareros, los mismos miserables que enarbolan la profesión de cabrones, sí, cabrones de mala entraña que acuñan monedas con los dientes y funden sus lágrimas en aguardiente pútrido. Esos desdichados que perdieron la costumbre de acostarse a dormir y salvan al mundo con sus hediondos aullidos de medianoche cada que suena un pasillo ronco.
Mi patria salvaje besa su intermitente espacio en las desgracias de la historia y yo te beso a ti cada vez que suena el viento tenebroso. Con esos labios tuyos que parecen corazonadas. Ese lunar que no tienes sobre la boca parece llamarme, amor mío, me llama y yo me quiero atar las manos y dejar que mi cuerpo enriquezca la taxidermia, porque queda hirviente después de tu avistamiento. Luego veo a todos esos mamíferos marxistas que dicen que nos vamos a la mierda con el sol de mañana, la mamá de uno le pega la boca, éste, susurrando, dice: mierda. Luego se enciende algo cerca de mí, y ya no te veo, sino que te habito, veo lúgubre figuras de mi antiguo cuerpo, esparciendo, como el napalm, cenizas sobre los muertos.
El fulgor del sol me atañe los intestinos y veo renos vestidos de verde gritando groserías a los universitarios, veo partes de revistas viejas con la cara de JFK embarrada en sangre, los ojos de una niñita que mira lo mismo se pierden otra vez en el brillo fugaz de una ventana de carro: frunas, frunas.