Etiquetas
Autopsicografía, brillo, dos veces, el bulto, fernando pessoa, las velas, Lluvia Oblicua, naves, troncos
Lluvia Oblicua.
I
Atraviesa este paisaje mi sueño de un puerto infinito
y el color de las flores es translúcido como las velas de los grandes navíos
que zarpan del muelle arrastrando en las aguas de sombra
los bultos al sol de aquellos árboles antiguos…
El puerto que sueño es sombrío y es pálido
y a este lado el paisaje está lleno de sol…
pero en mi espíritu el sol de este día es un puerto sombrío
y las naves que zarpan del puerto son esos árboles al sol.
Dos veces liberado, me abandoné paisaje abajo…
El bulto del muelle es el camino nítido y calmo
que se levanta y se yergue como un muro,
y los navío van por los troncos de los árboles
con una horizontalidad vertical
soltando amarras en el agua hojas adentro una por una…
No sé quién me sueño…
De pronto toda el agua del mar del puerto es transparente
y en el fondo veo, como una enorme estampa desdoblada,
todo este paisaje, fila de árboles, camino ardiendo en ese puerto,
y la sombra de una nave más antigua que el puerto que pasa
entre mi sueño del puerto y mi ver este paisaje
y llega hasta mí, y en mí se adentra,
y va de un lado a otro de mi alma.
II
Se ilumina la iglesia lluvia adentro de este día
y cada vela que se enciende es más lluvia golpeando en el vitral.
Me alegra oír la lluvia porque es que el templo está encendido
y los vitrales vistos de fuera son el sonido de la lluvia oída por dentro.
El brillo del altar mayor es que yo casi no pueda ver los montes
a través de la lluvia que es oro tan solemne en el paño del altar.
Suena el canto del coro, latín y viento me sacuden los vitrales
y el chirrido del agua se oye el hecho de que hay coro.
La misa es un automóvil que pasa
por los fieles hincados en que hoy es día triste…
Súbito viento sacude en esplendor más grande
la fiesta de la catedral y el ruido de la lluvia absorbe todo
hasta que sólo se oye la voz del padre agua perdiéndose a lo lejos
con el son de ruedas del automóvil.
Y se apagan las luces de la iglesia
en la lluvia que cesa.
III
Dentro de este papel sueña la Gran Esfinge de Egipto.
Escribo-y surge a través de mi mano transparente
y en el borde del papel se yerguen las pirámides…
Escribo-y me turba ver que la punta de mi pluma
es el perfil del rey Keops.
De pronto paro.
Todo oscurece. Caigo en un abismo hecho de tiempo.
Enterrado bajo las pirámides escribo versos a la luz clara de esta lámpara
y todo Egipto me aplasta desde arriba a través de los trazos de la pluma.
Oigo a la Esfinge reír por dentro
al sonido de mi pluma que recorre el papel.
Atraviesa mi no poder verla una mano enorme,
lo barre todo hacia el roncón del techo que está detrás de mí,
y sobre el papel donde escribo, entre el papel y la pluma,
yace el cadáver de Keops, mirándome con ojos muy abiertos,
y entre nuestras miradas que se cruzan corre el Nilo
y una alegría de barcos embanderados vaga
en una diagonal difusa
entre mí y lo que yo pienso
¡Funerales de Keops en oro viejo y yo!
IV
¡Qué panderetas el silencio de este cuarto!
Las paredes están en Andalucía…
Hay danzas sensuales en el brillo fijo de la luz.
De pronto todo el espacio se detiene…
Se detiene, resbala, se despliega…
Y en un rincón del techo, mucho más lejos que el techo,
abren manos blancas ventanas secretas
y ramos de violetas caen
de la noche de primavera que hay fuera
sobre mi estar con los ojos cerrados.
V
Fuera van en un remolino del sol los caballos del carroussel…
Árboles, piedras, montes, bailan quietos dentro de mí.
Noche absoluta en la feria iluminada, claro de luna, en el soleado día de fuera,
y las luces todas de la feria vuelven ruido los muros del patio…
Rondas de muchachas de cántaro en la cabeza
que pasan por allí fuera, llenas de estar bajo el sol,
se cruzan con grandes grupos viscosos de gente que anda en la feria,
gente toda mezclada con las luces de la barraca, la noche y el claro de la luna,
y los dos grupos se encuentran y se penetran
hasta formar uno solo que es dos…
La feria y las luces de la feria, y la gente que anda por la feria
y la noche que recoge la feria y la levanta en vilo,
andan por sobre copas de árboles llenos de sol,
andan visiblemente debajo de las peñas que relucen al sol
asoman tras lo cántaros que las muchachas llevan en la cabeza
y todo ese paisaje de primavera es la luna sobre la feria
y toda la feria con ruidos y luces es el sueño de este día de sol…
De pronto alguien sacude esta hora doble como en un tamiz
y, mezclado, el polvo de las dos realidades cae
sobre mis manos llenas de dibujos de puertos
como grandes naves que se van y no piensan volver…
Polvo de oro blanco y negro sobre mis dedos…
Mis manos son los pasos de esa muchacha que deja la feria
sola y contenta como el día de hoy.
VI
El maestro agita la batuta
y lánguida y triste la música irrumpe.
Recuerdo mi infancia, aquel día
en que jugaba junto al muro del patio
tirándole una pelota que tenía de un lado
el deslizarse de un perro, y del otro lado
un caballo azul corriendo con un jockey amarillo…
Prosigue la música, y he ahí que en mi infancia,
entre mí y el maestro, muro blanco, de pronto
va y viene la pelota, ya un perro verde,
y un caballo azul con un jockey amarillo…
Todo el teatro es mi patio, mi infancia
está en todos los lugares y la pelota viene tocando música,
una música triste y vaga que pasea por mi patio
vestida de perro verde volviéndose jockey amarillo…
(Tan rápida gira la pelota entre los músicos y yo…)
La tiro contra mi infancia
y cruza todo el teatro que tengo a mis pies
jugando con un jockey amarillo y un perro verde
y un caballo azul que asoma por encima del muro
de mi patio… Y la música le tira pelotas
a mi infancia… Y el muro del patio está hecho de señales
de batuta y confusas rotaciones de perros verdes
y caballos azules y jockeys amarillos…
Todo el teatro es un muro blanco de música
por donde un perro verde corre detrás de mi saudade
de la infancia, caballo azul con jockey amarillo…
Y de un lado a otro, de derecha a izquierda,
donde hay árboles y en las ramas de la copa
con orquestas que tocan música ,
hacia donde hay filas de pelotas en la tienda donde la compré
y el tendero sonríe entre mis recuerdos de infancia…
Y la música cesa como si se derrumbase un muro,
y rueda la pelota por el despeñadero de mis sueños interrumpidos,
y de lo alto de un caballo azul el maestro, jockey amarillo que se vuelve negro,
agradece, apoyando la batuta en la fuga de un muro,
y se inclina, sonriendo, con la pelota blanca sobre la cabeza,
pelota blanca que le desaparece espalda abajo…
(1914)
Autopsicografía.
El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que hasta finge que es dolor
el dolor que de veras siente.
Y quienes leen lo que escribe,
sienten, en el dolor leído,
no los dos que el poeta vive
sino aquel que no han tenido.
Y así va por su camino,
distrayendo a la razón,
ese tren sin real destino,
que se llama corazón.
(1930)