Todo pensamiento lanza un golpe de dados.
-Stephane Mallarmé
I
Tengo la sensación colorida
de que te ya te he visto antes.
Tiro los dados raídos y los números
se hieren y se van, se conocen
y a su vuelta son paredes manchadas
con besos fríos detrás, se vuelven
hierro y cabelleras y soldados
y putas y abismos, tiro los dados
y ahí estás.
II
Ahí estoy, –crédulo e infame–
rosando tus dedos en una
selva gris que llamaste paz.
Ruedan de fuego negro y tierra
cuando yo pasaba mi beso
por tu vestido blanquinegro,
parados en el glaciar más frío,
te besaba el vestido.
III
Flotan en las fauces tímidas de los planetas
y es entonces cuando recuerdo
que un día miré tu cuello oscurecer
a la otra orilla del río Nilo,
mientras los juncos te apresaban,
te miré el cuello.
IV
Los dados atraviesan los volcanes submarinos
y me debelan llorando a los pies de Cristo,
y a tus ojos ébanos mojar la sangre.
Tus ojos fertilizaron Israel a los
pies del buen ladrón secular,
tus pies se empaparon de sangre
y me viste la espalda lacerada
que tocaba al Dios tenaz,
me viste los puños hinchados
me amaste y dijiste: ¡ha muerto Barrabás!
V
Entonces los poliedros crían ojos verdes y cabellos rubios
Y te espían a través de una ventana sucia,
columpiándote en un parque blanco,
ibas y venías como las olas
y el viento me dejaba ver tu cara
como se dejan ver los caracoles en la playa.
VI
Parecieron rodar en mesas de roble viejo,
pero yo esperaba oírte gritar cuando culminó
la escaramuza en que hirieron al Rey
pero de pronto te vi, sin sentir otra cosa
más que miedo, te tomé de la mano,
besé tu cabello, me tocaste la cara,
Dinamarca entera estaba a mis pies
cuando tu llanto aterrador se convirtió
–a un tiempo– en el brillo titánico
de la alegría y en rugir de un león.
VII
Con los años te siento cuando vienes,
tus visitas hacen que mi casa se parezca
a la casa de Asterión.
Un día de agosto llegaste, mi ceguera,
y los años duros de la guerra me previnieron
de tu presencia.
Me dijiste que el sudor te estaba ganando terreno.
Pronto sentí una brisa como sables,
y supe que te evaporaba las gotas
mis ojos blanco se voltearon hacia ti
y vi mil dados quietos
¿Acaso habremos muerto?